jueves, 17 de julio de 2008

La televisión pública de la vergüenza

Si alguien tuvo la ingrata suerte de ver ayer, aunque sea un ratito, la transmisión especial que hizo Canal 7 sobre la sesión por las retenciones en el senado habrá dado cuentas de los que es tener mal gusto para ser oficialista. Obviamente al comando de la singular fantochada televisiva estuvo la directora de la emisora, la periodista y funcionara de gobierno Rosario Lufrano. Esta muchacha, proclive a las escenificaciones al mejor estilo Romay en las épocas del canal de la palomita, gusta de hacer el pescado, venderlo y comprarlo a la vez. Ya se le ha criticado hasta el hartazgo que es anti ético dirigir el canal público desde una febril postura oficial y a su vez ser la cara visible del informativo de la emisora ¿qué mínima objetividad puede asegurar?.
Después de las graves críticas que recibió la directora por la decisión del día anterior, en la que el 7 transmitió el discurso de Kirchner desde el Congreso y luego, mientras se producía el acto del campo, se dedicó a pasar dibujitos animados, hubo un intento de redención invitando a una mesa de discusión a, entre otros, Claudio Lozano de Proyecto Sur, y hasta se hicieron dos intentos fallidos de cruzar a LLambías y a Miguens con la diputada Diana Conti.
En una sus alocuciones, Lufrano apoyó la tesis de Lozano de que se había generado la visión errónea de que existe un sólo campo, cuando en realidad hay grandes, medios y pequeños productores. El diputado economista la escuchó atentamente hasta que remató diciendo que esa síntesis mediática y absurda fue generada precisamente por el propio gobierno, Rosario quedó catapultada al silencio de radio más rancio de la historia de la TV argentina.
Luego, mientras la legisladora Conti hacia su arenga K desde un móvil apostado en el congreso, la periodista intentó cruzarla con Mario LLambías, quien cuando se le dio entrada desde Palermo, se arrancó los auriculares y dejó pagando al cronista sin dar explicaciones. Lufrano, usando su más exquisito genio apuntó, cual si fuera la titular de la sede de una unidad básica K, "bueno ven, después estos sectores son los que pretenden un diálogo ¿de qué diálogo hablan?".
Pero lo más detestable fue la nota, vía telefónica, con el Perro Verbitsky. El hombre que supo manejar la inteligencia de Montoneros arrancó bajando línea desde el principio. Afirmó que se notaba como estaban operando, en la acciones que tomaba el campo, sectores de inteligencia dominados por ex represores. Hablaba de los aprietes, escraches, y hasta se animó a especular con que se hicieron sobornos; se preguntó con sorna qué había estado haciendo Luciano Miguens el día anterior cuando, según él, visitó los despachos de varios legisladores opositores mientras profería llamados telefónicos en dónde se hablaba de importantes cifras de dinero, ¿de qué hablaba este señor por el canal oficial? ¿es que se puede decir cualquier cosa? ¿por qué si maneja semejante información no hace la denuncia judicial correspondiente?. Lufrano dejó pasar todas las sandeces de este tipo como quien cumple con una orden; darle aire a uno de los principales oficiales mediáticos de la tropa K.
Me faltó agregar que durante todo el envío, un graff con fondo rojo decía en grandes letras de molde "Se aprobaría el proyecto oficialista".

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